LEX SALICA


La ley sálica (Lex Salica) designa una ley secular que debe su nombre a los francos salios, quienes la compilaron y publicaron en latín en el siglo V (comienzos de la Alta Edad Media) por orden de su rey Clodoveo I para que fuese inteligible a todos sus vasallos, quienes entendían esta lengua por haber estado bajo el dominio del Imperio romano hasta principios de ese siglo. Fue la base de la legislación de los antiguos reyes francos hasta su extinción y la aparición del moderno reino de Francia entre los siglos IX y X. Se la conoce particularmente por la regulación de la sucesión monárquica a favor de los varones, pero regulaba también otros asuntos (herenciacrímeneslesionesrobohechicería o maleficio, etc.) y habría sido un importante elemento aglutinador en un reino como el franco, compuesto por varios grupos y etnias.

En las normas sálicas que regulan los castigos por crímenes, no hay castigos corporales e incluso los homicidios o asesinato eran penados con multas monetarias. Por ejemplo, el que asesinara a un obispo debía pagar 900 sueldos en oro (equivalentes a doce mil reales de plata del siglo XIX o aproximadamente a dieciocho euros actuales). Sin embargo la práctica de la hechicería sí era penada severamente, y las personas halladas culpables eran condenadas al ahorcamiento o a la hoguera.

Una parte muy concreta de este código habría sobrevivido, aparentemente, a los reyes francos, y pervivió en la historia europea durante varios siglos: se trata de aquella que prohibía que una mujer heredara el trono de Francia, e incluso que pudiese transmitir sus derechos al trono a sus descendientes varones. Actualmente, la ley sálica no está en vigor en ninguna monarquía europea y, para determinar la sucesión, lo que opera es en favor de la persona de más edad, con independencia de su sexo, es decir por primogenitura estricta. Sin embargo, la Monarquía Española y el Principado de Mónaco constituyen dos excepciones: en ambos países se aplica en este momento la llamada ley «agnaticia» (diferente de la ley sálica), que sitúa a las mujeres en la sucesión al trono detrás de sus hermanos varones, aunque éstos sean de menor edad.

La ley sálica original otorgaba, en realidad, un papel preponderante a un jefe de guerreros en la sucesión al trono: establecía que el acceso al mismo correspondía al hijo varón de la hermana del rey, siendo este un medio de asegurar un jefe de guerreros en el poder. En efecto, siguiendo la lógica sálica, nunca se podía estar completamente seguro de si el hijo de la mujer del rey llevaba realmente la sangre del rey; y tampoco era seguro que el hijo de la hermana del rey llevara sangre real, pues la madre del rey también podía haber sido infiel a su padre al concebir a su hermana. La razón debe buscarse en que los varones de la nobleza recibían entrenamiento en el manejo de las armas desde temprana edad y en aquella época el rey, el primero de los nobles, combatía al frente de sus tropas con cierta frecuencia. Esto hacía preferible a un supuesto varón de la familia real frente a una supuesta hija del rey.

La ley a favor de los varones para heredar la corona no fue establecida en Francia sino hasta 1316, con la muerte del rey neonato Juan I de Francia, y que su aprobación se debió a una manipulación de la antigua ley de los salios, motivada por intereses políticos y dinásticos para que no accediera al trono la hermana del niño muerto, sino su tío (Felipe V de Francia).

Esta ley se dejó de usar o aplicar entre los francos occidentales desde la ascensión al trono de Hugo Capeto en 987, y nunca se planteó problema sucesorio alguno, pues todos los reyes de la Dinastía de los Capetos dejaron siempre un hijo varón heredero. Sólo en 1316 se suscitó por primera vez este tipo de problema: el rey Luis X moría en este año, dejando una única hija de cuya paternidad se dudaba (su madre Margarita, primera esposa del rey, había sido encarcelada por adulterio), y a su segunda esposa, Clemencia de Hungría, embarazada: el hijo que iría a nacer de ella, de ser niño, sería rey; pero de ser niña, no se sabía bien qué ocurriría. Fue entonces cuando el regente, Felipe de Poitiers (hermano menor de Luis X), tuvo la iniciativa de promover y promulgar esta ley, según la cual las mujeres no podrían ser reinas de Francia. Cuando la reina viuda dio finalmente a luz un varón, este se convirtió inmediatamente en rey con el nombre de Juan I de Francia; y cuando este rey-neonato murió inesperadamente a los cinco días de nacer (se sospecha de Mahaut de Artois como inspiradora de su muerte), su tío el Regente, en virtud de la ley recién aprobada, se convirtió en el rey Felipe V. La crisis sucesoria fue así resuelta de modo muy poco ético, pero eficaz. En esta primera época, la ley aprobada por Felipe de Poitiers fue conocida como «ley de los varones», y fue la misma que motivó que en 1322 se apartase de la sucesión a las cuatro hijas de Felipe V en favor del hermano de este, Carlos IV.

Cuando Carlos IV murió en 1328, Francia se encontró con la misma situación de 1316, dado que el monarca fallecido dejaba dos hijas y una reina viuda embarazada. Sólo que en esta ocasión los parientes varones más cercano eran: el regente, Felipe de Valois, que era primo paterno; y el recién proclamado rey Eduardo III de Inglaterra, que era sobrino materno por ser hijo de Isabel de Francia, hermana de Carlos IV, Felipe V y Luis X.

Para resolver la situación y evitar, además, el peligro de la absorción de la corona francesa por la inglesa, los Estados Generales hicieron la última modificación que conoció la nueva ley sucesoria: según ella, las mujeres estarían privadas para gobernar el reino, pero también para transmitir los derechos sucesorios a sus descendientes. De este modo, cuando la reina viuda Juana de Evreux dio a luz finalmente otra niña, Felipe de Valois se convirtió inmediatamente en Felipe VI de Francia. Esta modificación provocaría, sin embargo, el estallido de la muy sangrienta Guerra de los Cien Años, dado que Eduardo III (que al principio no se interesó por este asunto) declaró más tarde que la nueva ley de sucesión francesa era fraudulenta (en lo que no le faltaba razón) y reclamó tener mayores derechos al trono francés por ser él el único nieto varón vivo de Felipe IV de Francia.

La ley sálica sucesoria estuvo vigente en Francia hasta la Revolución francesa, y después de ella durante la restauración borbónica, de 1815 a 1830. Los reyes que ciñeron la corona de la Flor de Lis gracias a ella fueron:

  • Felipe V el Largo, a la muerte de Juan I el Póstumo, su sobrino, y en detrimento de la hermana de este, la futura Juana II de Navarra, hija de Luis X.
  • Carlos IV el Hermoso, a la muerte de Felipe V, su hermano, que dejaba cuatro hijas.
  • Felipe VI de Valois, a la muerte de Carlos IV, su primo, que dejaba dos hijas.
  • Luis XII de Orleáns, a la muerte de Carlos VIII el Afable, su primo en tercer grado.
  • Francisco I de Angulema, a la muerte de Luis XII, su primo en segundo grado, y en detrimento de su propia esposa Claudia, hija de Luis XII.
  • Enrique III, rey de Polonia, a la muerte de su hermano Carlos IX, que dejaba una hija.
  • Enrique IV de Borbón (descendiente por línea paterna directa del rey San Luis), a la muerte de Enrique III, su cuñado.
  • Luis XVIII, por la muerte en prisión de su sobrino el Delfín (conocido como Luis XVII aunque nunca reinó) y en detrimento de la hermana de este, María Teresa, hija de Luis XVI.

El rey Felipe V no instituyó la ley sálica sucesoria monárquica en España, como se cree o se dice por lo común y equivocadamente, pues al instituir la «ley de la Agnación Rigorosa», solo priva a las mujeres de la sucesión cuando haya legítimos descendientes varones, mientras que la ley sálica las excluye absolutamente y en todos los casos («Nulla portio hæreditatis de terra salica mullieri venial, sed ad virilem sexum tota hæredita»).

El rey Felipe V, al subir al trono tras la Guerra de Sucesión Española, ideó establecer en España la ley sálica, que gobernaba en Francia, y presentó este proyecto a las Cortes de Castilla en 1713; estas discordaron con el rey, quien no pudo asegurar su designio. Hallándose congregadas las Cortes en Madrid desde el 5 de noviembre de 1712, promulgó con ellas el 10 de mayo de 1713 el Reglamento de sucesión, que a la postre se conoció como «Ley de Sucesión Fundamental» al ser esta su función y su importancia. Según las condiciones de la nueva norma, las mujeres podrían heredar el trono aunque únicamente de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos).

Ulteriormente, el recién coronado rey Carlos IV hizo aprobar a las Cortes en 1789 una disposición para derogar la ley y volver a las normas de sucesión establecidas por el código de las Partidas. Sin embargo, la Pragmática Sanción real no llegó a ser publicada hasta que su hijo Fernando VII la promulgó en 1830, desencadenando el conflicto dinástico del carlismo.

Esta distinción significante entre la ley sálica y la Ley de Sucesión es fundamental para comprender la pretensión jurídica del hermano de Fernando VII, el infante D. Carlos, al trono de España, al cual tendría legítimamente derecho en función de la Ley de Sucesión Fundamental promulgada por Felipe V, mientras que con la restauración del compendio de Fernando VII, lo tendría su hija Isabel.

En Hungría desde la fundación del reino en el año 1000 fue innecesaria la aplicación de esta ley. Toda la dinastía de Árpad siempre contaba con miembros varones vivos para la época en que la sucesión era necesaria. A diferencia del reino francés, donde existía la tradición de la primogenitura (la corona pasaba de padre a hijo obviando a los demás miembros de la Casa Real), el trono húngaro frecuentemente pasaba al miembro de mayor edad en la familia que estuviese vivo para el momento del fallecimiento del previo rey, cumpliéndose con la tradición del senioratus (hermanos y primos heredaban el trono si el hijo del rey era menor que ellos). Sin embargo, la extinción de miembros varones de esta Casa reinante en 1301 condujo a un gran caos, cuando el rey Andrés III de Hungría (1250-1301) muere sin hijos.

Obviándose totalmente la ley sálica, de inmediato, surgen varios aspirantes al trono húngaro, todos reclamándolo como descendientes enáticos (por vía materna) de la casa real húngara. El primero fue Wenceslao III de Bohemia (1289-1306), cuya abuela paterna era la reina Kunigunda, nieta del fallecido rey Béla IV de Hungría. Su breve reinado desde 1301 hasta 1305 fue interrumpido por el próximo pretendiente: Otón III Duque de Baviera (11 de febrero de 1261-9 de septiembre de 1312), cuya madre era Isabel de Hungría, Duquesa consorte de Baviera, hija del fallecido rey Béla IV de Hungría. Igualmente tuvo un corto reinado (1305-1307) y finalmente fue reemplazado por Carlos I Roberto de Hungría (1288-1342), quien era bisnieto de la reina María, hija de Esteban V de Hungría. En estos tres casos se aplicó la ley sálica donde los hijos de las princesas heredaban el trono húngaro por vía materna.

Años más tarde, la bisnieta de Carlos Roberto, e hija de Luis el Grande (1326-1382), María I de Hungría (1371-1395) fue coronada Reina húngara tras la muerte de su padre en 1382. Con esto, se obvió por completo la sucesión agnática contenida en la ley sálica, donde se estipulaba que las mujeres no podían ser coronadas como reinas. Sin embargo, María no tuvo hijos y finalmente el trono lo terminó tomando su esposo Segismundo de Luxemburgo en 1387. Por otra parte, la misma sucesión agnática tampoco se consumó en Polonia (Luis I de Hungría obtuvo el trono polaco en los últimos años de su reinado), puesto que la otra hija de Luis el Grande, fue coronada como Eduviges I de Polonia. Tras la muerte de Santa Eduviges de Polonia, su esposo Vladislao II de Polonia conservó la corona y tomó una nueva esposa fundando una nueva dinastía en dicho reino.

En Suecia, el rey Carlos XIII, al carecer de descendencia, hizo aprobar la ley sálica en 1810 para poder controlar la herencia de su trono; de este modo, hizo nombrar heredero en primer lugar al príncipe Cristián de Augustenborg y, tras la muerte de este, al mariscal Jean Baptiste Jules Bernadotte. La ley se mantuvo en vigor hasta que el parlamento sueco la derogó en 1979 para proclamar heredera a la princesa Victoria.

En Dinamarca, Austria y Hannover se aplicó asimismo la ley sálica, siendo detonante o pretexto para muchos conflictos sucesorios y armados. El principal fue en el Sacro Imperio Romano Germánico en el Siglo XVIII. Previo a su muerte, el emperador germánico Carlos VI de Habsburgo en vista de que no tenía hijos varones que lo sucedieran en el trono, decidió promulgar la Pragmática Sanción de 1713, la cual estipulaba que su hija María Teresa I de Austria heredaba el trono del Sacro Imperio y la ley sálica no era aplicada. Inclusive el apellido «Habsburgo» era heredado junto con el trono y de esta forma nació la dinastía Habsburgo-Lorena, no antes de causar la Guerra de Sucesión de Austria, siendo pretexto la abolición de la ley sálica para Federico II el Grande de Prusia quien quería destronar a María Teresa.

En Inglaterra, por otra parte, en el siglo XII, la abolición de la ley sálica también causó la guerra civil durante el periodo denominado «Anarquía inglesa», debido a la disputa del trono entre Esteban y su prima la emperatriz Matilde. En el siglo XIX se atribuye a la inaplicación de la ley sálica la separación de Hannover de la corona británica, cuando Eduardo VII, hijo de Victoria sube al trono constituyendo en el primer rey de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha en el Reino Unido que reemplazó a la casa de Hannover.

En Japón, actualmente, la ley sálica sigue en vigor. El nombramiento de Fumihito como sucesor del actual emperador, cerró las puertas a la abolición de esta ley.

FUENTE: WIKIPEDIA.

NOTA.
JUAN FRANCISCO MARTÍNEZ ORTIZ*, CRUZ DE MÉRITO Y MEDALLA CONMEMORATIVA DE LA CRUZ DE DISTINCIÓN DE LA DIADEMA REAL DE MARINA; DOCTOR OF COMMUNITY DEVELOPMENT, HONORIS CAUSA; DOCTOR EN HUMANITARISMO, HONORIS CAUSA; CERTIFICADO DE CALIDAD PROFESIONAL EN INTERMEDIACIÓN PÚBLICA.


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