IMPUESTOS PIGOUVIANOS Y GREENWASHING


Los impuestos pigouvianos son un tipo de impuesto que busca corregir una externalidad negativa y/o positiva.

Este impuesto es llamado impuesto pigouviano, en honor del economista británico Arthur Pigou, quien fue el primero en proponer que se enfrentaran las externalidades de esta manera.

El efecto del impuesto es lograr que el costo marginal privado (lo que le cuesta al productor producir) más el impuesto sea igual al costo marginal social (lo que le cuesta a la sociedad, incluyendo al productor, que produzca)

Este impuesto no genera una pérdida en la eficiencia de los mercados, dado que internaliza los costos de la externalidad a los productores o consumidores, en vez de modificarlos.

Muchos países han adoptado estos impuestos como forma de solucionar los denominados fallos de mercados, como por ejemplo la contaminación (ecotasas), o productos dañinos como el tabaco. También existen otros métodos de solución a los fallos de mercados: los bonos y/o permisos transables muchos estados han complementado los impuestos con estos otros métodos.

Se denominan ecotasas o impuestos ecológicos a aquellos tributos, tasas y contribuciones especiales que establecen un incentivo a la protección ambiental, o que compensan los daños ocasionados al medio ambiente por sujetos que soportan la carga tributaria.

Aunque los términos se usan a veces indistintamente, cabe distinguir entre impuesto y tasa ecológica. Mientras el impuesto se aplica a quien contamina, para reducir o impedir emisiones que dañen efectivamente el ambiente, la tasa, en cambio, tiende a la cobertura de costos de un servicio público relativo a bienes ambientales.

En muchos países la política fiscal introduce impuestos para promover las actividades ecológicamente sostenibles a través de incentivos económicos. Estas políticas pueden ser complementarias o prevenir los acercamientos al problema con soluciones de índole reguladora. A menudo estas políticas intentan mantener el total de impuestos recibidos reduciendo de forma proporcional otros impuestos, como por ejemplo, en el trabajo y en los recursos naturales, en cuyo caso se conoce como la tasa verde. Los impuestos introducidos con esta política son los conocidos como impuestos pigouvianos.

Ejemplos de impuestos ecológicos son el impuesto sobre el carbono o el impuesto sobre hidrocarburos.

El nombre "ecotasa" proviene del prestigioso instituto norteamericano Worldwatch, en su informe denominado «El estado del planeta en 1995» que fue presentado en Washington D.C. subrayando la necesidad de que este tipo de gravámenes sustituyan parcialmente algunos impuestos.

De acuerdo con el objetivo principal de los impuestos ambientales se han clasificado en tres categorías principales:

Cubrimientos de costos: por ejemplo, los gravámenes para cubrir los costos de los servicios ambientales, como la toma de medidas como el tratamiento de aguas, mediante un impuesto a los usuarios, y que puede relacionarse para los gastos ambientales.

Tasas de incentivos: diseñados para el cambio de un comportamiento sea de los productores y/o los consumidores.

Impuestos ambientales fiscales: diseñados principalmente para aumentar los ingresos.

En las décadas de 1980 y 1990 se comienzan a combinar los impuestos ambientales con los incentivos fiscales, más recientemente los impuestos sobre los ‘males’, tales como la contaminación, comienzan a sustituir algunos impuestos como los laborales en la recaudación fiscal.

Existe además una clasificación en cuanto a cual es el objeto del impuesto:

Impuestos especiales sobre los productos: aplicables a bienes contaminantes, sea en la etapa industrial, la del consumo o cuando es un residuo.

Impuestos generales sobre consumos e insumos: se trata de un impuesto sobre la contaminación añadida, con el fin de incrementar el valor del producto y desalentar la demanda de bienes y servicios contaminantes.

Impuesto sobre las emisiones (o impuestos de Pigou): configurados por la emisión de gases o sustancias contaminantes. El problema principal radica en que son difíciles de controlar debiendo ser constantemente monitoreados. Los mismos se basan en función del volumen de emisión y el grado de daño ecológico producido.

Impuestos diferenciales, subsidios e incentivos: Los impuestos diferenciales son aplicables en transporte, elevando los impuestos de vehículos contaminantes para incentivar la compra de automóviles limpios y como diferenciación de las gasolinas con mayor contenido de plomo. Los subsidios pueden ser ingresos adicionales sin efecto de contaminación pudiendo consistir en reducciones tributarias o deducciones sobre el impuesto a la renta a cambio de evitar la contaminación. Los incentivos o estímulos tributarios permiten la financiación indirecta de la reconversión tecnológica verde, pudiendo ser préstamos con plazos especiales, tasas de interés reducidas, desgravaciones impositivas o incentivos y premios por la eliminación de residuos y desechos.

Certificados verdes: son títulos negociables que reconocen el empleo de energías limpias, como la producción de energía energética renovable. Con ello, se protege el medio ambiente y evita el agotamiento de recursos no renovables y, además, las energías renovables colaboran mitigando el cambio climático.

Permisos de emisión y licencias negociables: establecido por el Protocolo de Kyoto de 1992 permite la elección para la reducción de emisiones de gases a los impuestos ecológicos (ecotasas) o las licencias negociables, tales como la intervención directa y la reglamentación.

Depósitos reembolsables: se paga un depósito al efectuar una compra y a su devolución percibe el reembolso. Ello sucede con los envases, pilas, aceite, baterías de automóviles, por mencionar algunos ejemplos, y se utiliza para evitar los desperdicios o vertidos ilegales.

Algunas de las propuestas para el cambio de impuestos verdes han sido criticadas por ser fiscalmente regresivas (un impuesto con una tasa promedio de impuestos que disminuye a medida que aumenta el ingreso del contribuyente). Gravar las externalidades negativas por lo general implica ejercer una carga para el consumo, y ya que los pobres consumen más y ahorran o invierten en menor parte sus ingresos, cualquier cambio hacia los impuestos del consumo puede ser regresivo. En 2004, la investigación por el Instituto de Estudios de Política y la Fundación Joseph Rowntree indicaron que los impuestos de tarifa plana en la basura doméstica, la energía, el agua y el uso del transporte tendría un impacto relativamente mayor en los hogares más pobres.

Sin embargo, los enfoques normativos convencionales pueden afectar los precios de la misma manera, mientras que carecen de la posibilidad de reciclado de ingresos de los impuestos ecológicos. Por otra parte, la evaluación correcta de impacto distributivo de cualquier cambio de impuestos requiere un análisis de las características de diseño de los instrumentos. Por ejemplo, los ingresos fiscales podría ser repartidos sobre una base "por cabeza", como parte de un esquema de renta básica; en este caso, los más pobres ganarían lo que el ciudadano promedio paga como impuestos ecológicos, menos su propia pequeña contribución (sin coche, pequeño apartamento, ...). Este diseño sería altamente progresivo. Alternativamente, una ecotasa puede tener un diseño de "línea de vida", en la que los niveles de consumo modestos tienen un precio relativamente bajo (incluso cero, en el caso del agua), y los niveles de consumo más altos tienen un precio a un ritmo mayor.

Por otra parte, un paquete de políticas sobre la ecotasa puede incluir reciclaje de ingresos para reducir o eliminar cualquier regresividad; un aumento de un impuesto ecológico podría ser más que compensado por una disminución en una (regresiva) nómina o el consumo de impuestos. Algunos defensores alegan un segundo beneficio del aumento del empleo o que los costos de atención de salud sean más bajos, para que el mercado y la sociedad se adapten a la nueva política fiscal (estas afirmaciones, al igual que con la afirmación "los recortes de impuestos crean puestos de trabajo," a menudo son difíciles de probar o refutar incluso después de llevarlos a cabo).

La contaminación y otras formas de daño ambiental se sentían a menudo más agudamente por los pobres, que no pueden "comprar su salida" de ser receptores de la contaminación del aire, contaminación del agua, etc. Tales pérdidas, a pesar de las externalidades, tienen impactos en el bienestar económico real. Así, mediante la reducción de los daños ambientales, esos instrumentos tienen un efecto progresivo.

Una forma de gravar la contaminación son los sistemas de derechos de emisión. Existen programas de comercio de derechos para varios tipos de contaminante. Para gases de efecto invernadero el más importante es el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea (EU ETS), que impone un precio a las emisiones de carbono de la actividad industrial. En Estados Unidos existe un mercado nacional para la reducción de lluvia ácida y varios mercados regionales de óxidos de nitrógeno. Los mercados para otros contaminantes tienden a ser más pequeños y a estar más localizados.

Junto a esto, en muchos países existen impuestos sobre la matriculación de vehículos o sobre el uso de vehículos a motor, cuyo importe suele ajustarse en función del grado de emisiones de CO2 del mismo.

Por otro lado, otra de las áreas en las que a nivel mundial se ha acostumbrado a introducir políticas de ecotasas es el turismo, en aspectos tales como las visitas a las playas y las tasas de aeropuerto en algunas partes del mundo.

La Hipocresía Sostenible es conocida comúnmente como estrategia greenwashing.

¿Por qué lo hacen? La respuesta es sencilla: Con la finalidad de aumentar su caudal de ventas, en el caso específico de las compañías, o para mejorar el nivel de aprobación dentro la población.

Básicamente, las organizaciones rompen sus códigos éticos, pues venden al público una bonita idea de una responsabilidad social empresarial, sin integrarla de manera real en sus políticas y cultura.

Utilizar esta técnica no le dará valor a tu marca y, en cambio, puede causar severos daños de imagen y dificultará cumplir los objetivos esperados.

Entonces, ¿quieres saber más sobre el greenwashing y por qué no debes caer en el uso de esta estrategia? ¡Te recomiendo que no dejes de leer!

Ya sabes que, al explicar qué es greenwashing, podemos valorarlo como una estrategia de marketing, orientada a atraer y fidelizar usuarios o, simplemente, construir una mejor percepción entre la sociedad o un nicho de mercado en el que prevalezcan los valores de sustentabilidad y cuidado ambiental.

Para entenderlo mejor, debemos adentrarlos en las dos formas clásicas de llevar a cabo esta poco leal práctica:

Se trata de mostrar un producto o una organización de una forma exponencialmente ecoamigable, cuando esto no es del todo cierto o, simplemente, acostumbra a atentar contra el medio ambiente, a través de estéticos diseños o presentaciones motivadas en la naturaleza, en la que predominen tonalidades verdes.

De esta manera, quienes dirigen la estrategia creen poder apropiarse de una imagen que subjetivamente hace pensar que utiliza métodos de producción sustentables, pero la realidad es que generalmente la verdad sale a flote.

Las imágenes de los productos son, por ejemplo, vasos desechables de café con mensajes sobre el cuidado ambiental o empaques de pañales verdes, como suele hacerlo Huggies. Sin embargo, en realidad ninguno de estos productos se puede reciclar o biodegradar en los próximos años.

Esta forma consiste en hacer creer al público que una compañía es ecológicamente responsable destacando distintas innovaciones basadas en la sustentabilidad, pero en realidad estas no existen o representan apenas una mejoría marginal en términos ecológicos.

La ejecutan comúnmente mediante la publicación de revistas ecológicas o mediante anuncios en medios que se caracterizan por ser sustentables y defender los principios de cuidado ambiental.

Como podrás observar por definición, el greenwashing se trata de una falsa verdad y representa una forma no leal ni ética de conseguir potenciales clientes y fidelizarlos.

Además de evitar esta práctica para no romper con códigos morales, debes tomar en cuenta que “las mentiras tienen patas cortas”, como dice el refrán. Al descubrirse la verdad, la imagen de tu marca o productos se verá perjudicada.

Como empresa debes crear una imagen positiva que genere confianza, creando un fuerte vínculo con tus consumidores con base en valores verdaderos y mejoras, planes y principios reales.

¡No adoptes esta estrategia!

¿Realmente quieres tener una campaña sustentable? Entonces hablemos sobre cómo evitar el greenwashing o fomentar valores totalmente opuestos.

En la actualidad, el mercado ecológico se ha consolidado como una fuerte tendencia. Las compañías han adoptado este tipo de estrategias mediante campañas publicitarias ecoamigables y les ha resultado de maravilla.

¿Acaso te suenan las empresas IBM, Munich RE o Philips? Se trata de organizaciones que tienen un manejo sustentable y que cuentan con éxito a nivel mundial.

Para seguir los pasos de estas compañías debes evitar toda estrategia basada en el engaño. En cambio, aunque el proceso puede resultar complejo y exigente, migra de forma paulatina a un estilo de producción, comercialización y operación ecológicamente amigable.

Para ello, define a tu buyer persona dentro de un nicho en el que prevalezca la conciencia ambiental y piensa en cómo le gustaría que les presentarás tus productos o servicios y adecuarás tus infraestructuras.

Si no tienes experiencia en el desarrollo de negocios sustentables, acude a expertos en la materia y siempre mantente atento a las opiniones y percepciones de activistas, organizaciones independientes y consumidores ecologistas.

El greenwashing es una técnica deshonesta que debe ser evitada por el impacto negativo que genera en los consumidores.

Como ves, se trata de una práctica que no se limita únicamente a las empresas.

Existen distintos agentes como, por ejemplo, la prensa, los políticos, gobiernos y organismos que buscan posicionarse públicamente a favor del medio ambiente solo para lograr una mayor cantidad de adeptos o una mejor aceptación de la sociedad.

El mejor ejemplo de una empresa deshonesta y carente de principios ecológico, sobretodo que es una empresa que debería ser considerada como TERRORISTA AMBIENTAL es "GRUPO MÉXICO", que integra a su cartera con hipócritas donaciones a un conjunto de supuesta organizaciones no gubernamentales, qué sólo sirven para simular una responsabilidad social corporativa.

Nota.

Juan Francisco Martínez Ortiz*, Cruz de Mérito y Medalla Conmemorativa de la Cruz de Distinción de la Diadema Real de Marina; Doctor of Community Development, Honoris Causa; Doctor en Humanitarismo, Honoris Causa; Certificado de Calidad Profesional en Intermediación Pública.


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