Hipótesis de Sapir-Whorf y cognición.


La hipótesis de Sapir-Whorf es una suposición del campo de la lingüística. Fue derivada, de manera póstuma, de los escritos de Benjamin Whorf, quien atribuyó la idea a su profesor Edward Sapir. La expresión "hipótesis Sapir-Whorf" se debe a Harry Hoijer (1954). En el contexto de averiguar hasta qué punto un determinado idioma, con sus estructuras gramaticales y su léxico, determina la visión del mundo que tiene la correspondiente comunidad lingüística, esta hipótesis se puede formular diciendo que la lengua da forma al pensamiento. Muchos expertos en el tema identifican este concepto con el llamado "relativismo lingüístico".

Se puede distinguir entre una versión fuerte y una versión débil de la hipótesis.

  • Hipótesis whorfiana fuerte: La lengua determina el pensamiento y las categorías lingüísticas limitan y determinan las categorías cognitivas. Esta postura se conoce como determinismo lingüístico.
  • Hipótesis whorfiana débil: Las categorías lingüísticas tan solo influyen en el pensamiento y las decisiones.

La versión fuerte es la que mantuvieron algunos de los primeros lingüistas de antes de la segunda guerra mundial, mientras que la versión débil es la que tienden a defender los lingüistas contemporáneos.

Los primeros en expresar la idea con claridad fueron los pensadores del siglo XIX, entre ellos Wilhelm von Humboldt, quienes veían la lengua como expresión del espíritu de una nación. En los escritos del matemático y lógico Gottlob Frege o del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein también aparecen conceptos que apuntan en el mismo sentido. Sapir estaba, en general, más bien en contra de nada que se pareciera al determinismo lingüístico. Su discípulo Benjamin Lee Whorf llegó a ser considerado el principal defensor de la idea debido a que publicó sus observaciones sobre la forma en que, en su opinión, las diferencias lingüísticas influían en la cognición y el comportamiento humano.

Fue otro de los discípulos de Whorf, Harry Hoijer, quien acuñó la expresión, aunque aquellos a los que se les atribuía el concepto jamás plantearon ninguna hipótesis tal y ni siquiera tienen ninguna publicación firmada conjuntamente. De ahí que la expresión "hipótesis Sapir-Whorf" se considere un nombre poco afortunado. Además, es discutible si Whorf realmente entendía la hipótesis como tal (es decir, como un punto de partida para sus investigaciones, en el curso de las cuales se decidiría la validez de esta) o más bien como axioma. La distinción entre versión débil y fuerte es también un invento posterior; Sapir y Whorf nunca plantearon una dicotomía de ese tipo. En cualquier caso, la bibliografía actual se ocupa en su mayoría de la hipótesis derivada, dejando de lado los elementos axiomáticos que pudieran subyacer.

Aunque a principios de los años 90 la relatividad lingüística se había dado por muerta, posteriormente una escuela de lingüistas especializados en el tema examinó qué efectos tiene sobre la cognición el que haya diferencias en la categorización lingüística, y en contextos experimentales han visto que la versión no determinista de la hipótesis sale muy favorecida por los resultados.

La hipótesis está compuesta por tres ideas principales:

  • Las lenguas muestran grandes diferencias con respecto al significado de las palabras y la sintaxis, un supuesto confirmado por todo tipo de estudios.
  • En segundo lugar, la semántica puede afectar al modo en que los hablantes perciben y conceptualizan el mundo
  • Por último, como la lengua afecta al pensamiento, los hablantes de distintos idiomas piensan distinto.

Whorf tomó las teorías de su maestro para desarrollarlas a lo largo de la década de 1940. En su versión fuerte, la hipótesis Sapir-Whorf puede considerarse una forma de determinismo lingüístico, aunque el interés de los psicólogos por la influencia del lenguaje en el pensamiento es anterior a la formulación de la hipótesis de Sapir-Whorf como tal. Julia Penn, en su libro Linguistic Relativity versus Innate Ideas, The Origins of the Sapir-Whorf Hypothesis in German Thought, remonta los cimientos teóricos de esta hipótesis al trabajo del pensador pietista alemán Johann Georg Hamann (1730-1788), elaborando luego una línea evolutiva para esta corriente interpretativa del lenguaje que incluiría a Johann Gottfried Herder (1744-1803), Wilhelm von Humboldt (1767-1835) y Jan Baudouin de Courtenay (1845-1929), mientras que Franz Boas (1858-1942) y Edward Sapir (1884-1935) se apartarían en una rama diferente del árbol evolutivo de la corriente. En el esquema de Penn, Benjamin Lee Whorf (1897-1941) tomaría elementos de estos pensadores, especialmente de Sapir.

Una hipótesis muy revisada de la versión «débil» de la hipótesis whorfiana es conocida como la hipótesis Whorf-Korzybski.

La posición de que la estructura y categorías de la propia lengua materna condiciona el pensamiento fue argumentada convincentemente por Bhartrihari (siglo VI d. C.) y fue tema de siglos de debate en la tradición lingüística de la India. Nociones relacionadas en Occidente, como el principio de que el lenguaje tiene efectos de control en el pensamiento, pueden ser identificados en el ensayo de Wilhelm von Humboldt Über das vergleichende Sprachstudium (Sobre el estudio comparativo de las lenguas), y la noción ha sido asimilada de manera importante en el pensamiento occidental

El origen de la hipótesis de Sapir-Whorf como un análisis más riguroso de esta percepción cultural familiar puede ser remontada al trabajo de Franz Boas, el fundador de la antropología en Estados Unidos. Boas fue educado en Alemania a finales del siglo XIX durante la época en la que científicos como Ernst Mach y Ludwig Boltzmann estaban tratando de entender la fisiología de la sensación.

En EE. UU., Boas encontró lenguas amerindias de diferentes familias lingüísticas, todas distintas a las lenguas semíticas e indoeuropeas estudiadas por la gran mayoría de académicos europeos. Boas se dio cuenta de lo grandes que pueden ser las diferencias entre las categorías gramaticales y formas de vida de un lugar a otro. Como resultado, Boas llegó a la conclusión de que la cultura y las formas de vida de un pueblo estaban reflejados en el lenguaje hablado por este.

Edward Sapir fue uno de los estudiantes más notables de Boas, y profundizó su argumento notando que los lenguajes eran sistemas formal y sistemáticamente completos. Así que no se trataba de que alguna palabra en particular expresara una forma de pensar o comportarse, sino de que la naturaleza sistemática y coherente del lenguaje interactuaba en un nivel más amplio con el pensamiento y el comportamiento. Aunque sus ideas cambiaron con el paso del tiempo, pareciera que hacia el final de su vida Sapir llegó a creer que el lenguaje no era un mero reflejo de la cultura, sino que el lenguaje y el pensamiento podían de hecho tener una relación de mutua influencia e inclusive de determinación. Whorf le dio todavía más precisión a esta idea al examinar los mecanismos gramaticales particulares mediante los cuales el pensamiento influía en el lenguaje.

Existen hechos que parecen difíciles de explicar si aceptamos la hipótesis Sapir-Whorf en su versión fuerte. Así, por ejemplo, se ha podido comprobar que los bebés, chimpancés e incluso las palomas son capaces de categorizar y agrupar categorías de objetos en conceptos, a pesar de carecer de lenguaje.[5]

Sin embargo, la cuestión parece diferente cuando consideramos la hipótesis débil. Desde hace tiempo se sabe que la memoria y la percepción psicológica se ven afectadas o influidas por la disponibilidad de las palabras y de las expresiones apropiadas, por ejemplo, sustantivos de colores. Ciertos experimentos han mostrado que las memorias visuales de las personas tienden a distorsionarse con el tiempo, de modo que los recuerdos visuales terminan pareciéndose cada vez más a las categorías lingüísticas comúnmente usadas por dichas personas.

Varios experimentos recientes parecen confirmar la plausibilidad de una versión débil de la relatividad lingüística. Este es el caso de, por ejemplo, John Lucy, que ha conducido estudios comparativos con hablantes nativos de inglés y de maya yucateco, en los que mostró que los que tenían el inglés como lengua materna tendían a seleccionar los objetos por su forma, mientras que los hablantes de yucateco solían preferir el material de que estaban hechos. Así, por ejemplo, si se les pedía que eligieran un objeto parecido a una caja de cartón, los hablantes de inglés seleccionarían cajas, aunque fueran de plástico, mientras que los de yucateco elegían objetos de cartón aunque no tuvieran forma de caja. Lucy atribuyó esta diferencia en la conceptualización de objetos a la presencia, en yucateco, de unos clasificadores que deben acompañar el sustantivo siempre que éste se presente detrás de un numeral; estos clasificadores son los que indican lingüísticamente la forma de los objetos, por lo que para los hablantes de yucateco el aspecto más importante de los sustantivos no sería la forma, sino más bien la materia.

Dan Slobin también ha llevado a cabo varios experimentos en los que estudia los efectos de la gramática a la hora de conceptualizar; en concreto, defendió que dos lenguas diferentes pueden dar lugar a dos narrativas inconmensurables de un mismo evento. Su estudio versó sobre la forma en que hablantes nativos de inglés, turco y español, divididos por rangos de edad, narraban una misma sucesión de imágenes. De acuerdo con sus conclusiones, había una correlación entre la lengua hablada y aquellos aspectos de la escena que los participantes narraban; así, por ejemplo, los hablantes nativos de español tendían a destacar más el tiempo en que la acción transcurría, los hablantes de inglés solían destacar en qué dirección espacial se orientaba lo que sucedía, mientras que los hablantes de turco destacaban qué protagonistas de la escena habían contemplado lo que ocurría. Como conclusión, Slobin ha postulado la existencia de una serie de categorías mentales que son adquiridas a través del lenguaje y que son utilizadas únicamente para la expresión lingüística; se trataría, pues, de una versión de la relatividad lingüística limitada a contextos puramente lingüísticos.

Alfred Bloom también ha trabajado en el tema de las diversas narrativas, trabajando sobre el chino mandarín. Bloom condujo un experimento donde mostró a unos hablantes nativos de inglés un texto que contenía construcciones en subjuntivo, mientras mostraba a unos hablantes nativos de chino una traducción literal del mismo a su lengua, en la que esta construcción gramatical es inexistente. El resultado fue que, cuando se preguntó a los participantes si los acontecimientos narrados en el texto habían o no sucedido, los hablantes de chino fallaron en un porcentaje mucho mayor que los de inglés; la conclusión era, pues, que resulta imposible traducir literalmente de una lengua a otra, y esto debe ser debido a que cada una de ellas conceptualiza la realidad de una manera diferente. Lera Boroditsky también ha trabajado en estudios comparativos entre el inglés y el chino mandarín, y ha mostrado que los hablantes de cada una de estas concibe el tiempo de una manera distinta: mientras que el inglés asocia el transcurso del tiempo con un movimiento horizontal, el chino lo asocia a uno vertical. Ahora bien, esta autora también ha defendido la posibilidad de que los hablantes de una lengua aprendan a conceptualizar del mismo modo que los de la otra sin necesidad de aprender la otra lengua, así que aboga por una versión débil - no determinista - de la relatividad lingüística.

Hoy en día esta hipótesis está desacreditada en su forma fuerte. Los ejemplos en los que se basaron Sapir y Whorf son irreales. Por ejemplo, ellos decían que los amerindios zuñi no tenían vocablo diferente para el «amarillo» y el «naranja» y que eso tendría que condicionar su modo de pensar. La verdad es que no tienen esos vocablos, pero diferencian perfectamente lo amarillo de lo naranja. Lo que ocurre es que en su modo de vida la diferencia es irrelevante, aunque como explica Lyons, sus hábitos de memoria sí parecen afectados por la existencia de la distinción léxica.

En relación a los experimentos con colores ha habido una larga polémica que comenzó con el universalismo sobre los términos de color que comportaban los resultados de los experimentos llevados a cabo por Berlin y Kay. Estos experimentos confirman la existencia de universales lingüísticos en cuanto a los términos para nombrar los colores básicos. Así pues, la fisiología y la percepción, de carácter universal, jugarían un papel determinante a la hora de establecer la semántica de una lengua.

Una posible prueba del error de Sapir-Whorf sería el hecho de que los traductores son capaces de traducir lo que se dice en una lengua a otra. No se podría hablar por lo tanto de que el lenguaje determinase la forma en que pensamos, sería más exacto y correcto decir que influye en el pensamiento.

Los experimentos de Bloom sobre el subjuntivo han sido cuestionados por Au, quien dirigió una serie de experimentos similares a los conducidos por Bloom; según mostró, el problema de los experimentos de este último fue el hecho de que la traducción al chino que había realizado resultaba confusa por ser demasiado literal, y una vez la traducción fue adaptada a un chino más común, las diferencias que había entre los hablantes de ambas lenguas desaparecieron. Otra respuesta crítica aparece en 1985 en la revista "Cogniton".

Las principales críticas a la hipótesis del relativismo lingüístico serían, por tanto:

  1. El «innatismo» de Noam Chomsky, que argumenta la existencia de un lenguaje-L que es igual para todos los miembros de la especie humana, interiorizado e innato, que constituye la facultad lingüística.
  2. El «universalismo semántico» de Anna Wierzbicka, que sostiene la existencia de un sistema semántico universal, al cual se pueden traducir los de cada una de las lenguas naturales.

Steven Pinker también ha atacado con fuerza la hipótesis de la relatividad lingüística, defendiendo la universalidad del mentalés o lenguaje del pensamiento.

Según defiende, el pensamiento funcionaría de manera análoga a una máquina de Turing, y por tanto resulta absurdo considerar que este esté condicionado por una lengua particular —como tampoco podría estarlo la fisiología—, por lo que el lenguaje no podría alterar nunca la percepción.

Otra crítica que se realiza a esta teoría es la visión nacionalista, o incluso racista, que podría acarrear, ya que, al distinguir el funcionamiento de la mente humana en función de la lengua del hablante, se estaría sosteniendo que los individuos tendrían capacidades intelectuales diferentes según su idioma, en caso de hablar una única lengua, por supuesto. Xabier Zabaltza escribe: «La hoy conocida como hipótesis Sapir-Whorf […] ha servido de coartada intelectual a todos los nacionalismos lingüísticos» (Una historia de las lenguas y los nacionalismos. Xabier Zabaltza, 2006).

Ahora bien, cabría decir que tanto Sapir como Whorf admitían la unidad psíquica de la humanidad, y que la relación de determinación del lenguaje no era tanto hacia la manera de razonar como hacia la cosmovisión sostenida por los hablantes.

La cognición (del latín cognoscere, ‘conocer’) es la facultad de un ser vivo para procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido (experiencia) y características subjetivas que permiten valorar la información. Consiste en procesos tales como el aprendizaje, el razonamiento, la atención, la memoria, la resolución de problemas, la toma de decisiones, los sentimientos. El ser humano tiene la capacidad de conocer con todos los procesos mencionados.

Sin embargo, el concepto de proceso cognitivo se aplica también a entidades artificiales, así como conscientes o inconscientes. Por tanto, el concepto se ha abordado su estudio desde diferentes perspectivas, incluyendo la neurología, la psicología, el psicoanálisis u otras teorías de la mente, la sociología, la filosofía, las diversas disciplinas antropológicas como la antropología cultural, antropología filosófica, antropología médica, y las ciencias de la información —tales como la inteligencia artificial, la gestión del conocimiento y el aprendizaje automático—.

La cognición está íntimamente relacionada con conceptos abstractos tales como mente, percepción, razonamiento, inteligencia, aprendizaje y muchos otros que describen numerosas capacidades de los seres humanos y de otros animales (cognición animal). Según la teoría fuerte de la inteligencia artificial, también tendrían estas características algunas entidades no biológicas.

En psicología e inteligencia artificial (IA), el concepto se refiere a las funciones, procesos y estados mentales de agentes inteligentes, con un enfoque particular en procesos tales como comprensión, inferencia, toma de decisiones, planificación y aprendizaje.

La investigación en el campo aborda capacidades de los agentes/sistemas como la abstracción, la generalización, la concreción/especialización, y el meta-razonamiento, en lo que se involucra conceptos subjetivos tales como las creencias, conocimiento, los estados mentales, y las preferencias. Es posible crear experiencias utilizando el razonamiento propio (individual), para esto es preferible abstenerse a caer en un patrón rutinario, y cambiar hábitos constantemente, de esta manera la parte de cognición del cerebro será más amplia.

El concepto de cognición es frecuentemente utilizado para significar el acto de conocer, o conocimiento, y puede ser definido, en un sentido cultural o social, como el desarrollo emergente de conocimiento dentro de un grupo, que culmina con la sinergia del pensamiento y la acción.

Fritjof Capra presenta en el apéndice de su libro, La trama de la vida, los seis criterios fundamentales de Gregory Bateson para el proceso mental y los compara con la teoría propuesta por Humberto Maturana:

  1. Una mente es un agregado de partes o componentes interactuantes.
  2. La interacción entre las partes de la mente es desencadenada por la diferencia.
  3. El proceso mental requiere energía colateral.
  4. El proceso mental requiere cadenas circulares de determinación.
  5. En el proceso mental, los efectos de la diferencia deben ser vistos como transformaciones de sucesos que los han precedido.
  6. La descripción y clasificación de esos procesos de transformación revelan una jerarquía de prototipos lógicos inmanentes en los fenómenos.

Considera que es en los dos últimos criterios donde se presenta la diferencia entre los puntos de vista de Bateson y Maturana sobre la cognición.

La Actividad Cognoscitiva es:

  1. Proceso mental a través del cual el sujeto capta los aspectos de la realidad, a través de los órganos sensoriales con el propósito de comprender la realidad.
  2. Proceso en el cual un individuo es capaz de recibir, integrar, relacionar y modificar la información circundante.
  3. Es la acción mental mediante la cual el individuo, asimila ideas, se forma imágenes, crea y se recrea hasta llegar a la construcción del conocimiento.
  4. Proceso mediante el cual el ser humano estructura el conocimiento haciendo uso de los mecanismos de la mente.

Algunos de los principales aspectos de la estructura cognitiva:

  1. Observación: actividad basada en la detección y asimilación de los rasgos de un elemento o varios elementos, por medio del sentido de la vista como principal instrumento. Como técnica de investigación consiste en ver y oír el fenómeno que se quiere estudiar.
  2. Identificación de variables: ubicación puntual y precisa de los elementos o partes involucradas en un fenómeno de estudio.
  3. Comparación: medio a través del cual se ponen en relación dos fenómenos con la finalidad de identificar los aspectos similares y distintivos de cada uno de ellos.
  4. Relación: proceso cognitivo a partir del cual se detectan correspondencias o conexiones entre dos o más cosas.
  5. Ordenamiento: proceso cognitivo a través del cual se da acomodo o distribuyen dos o más objetos, también puede realizarse a partir de sus características o cualidades.
  6. Clasificación jerárquica: proceso cognitivo a través del cual se articulan o relacionan diversos fenómenos en relación a su importancia. De modo general se puede presentar de lo general a lo particular (método deductivo) o de lo particular a lo general (método inductivo).

FUENTE: WIKIPEDIA.

NOTA.

Juan Francisco Martínez Ortiz*, Cruz de Mérito y Medalla Conmemorativa de la Cruz de Distinción de la Diadema Real de Marina; Doctor of Community Development, Honoris Causa; Doctor en Humanitarismo, Honoris Causa; Certificado de Calidad Profesional en Intermediación Pública.

*Professional Certificate in Literature Review Process and Structure

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